Hasta hace poco, Alice Guy no era nada. Ella y su producción estaban sometidas al agujero negro de la inexistencia. No tenía voz, ni texto, ni obra. No era ni un recuerdo. No pudimos expulsarla siquiera del único lugar del que no hay exilio posible, la memoria.
Juan Laborda Barceló
Apago la luz de la lámpara de lectura y acomodo la silla frente a la pantalla de ordenador. Es de tamaño considerable, por lo que llega a veces a transportarme a una sala de cine. A oscuras, casi intuyendo las letras en el teclado, busco la primera referencia: El hada de las coles. Curioso título, sin duda, más el significado que comporta. Quién cayera en la cuenta sino Juan Laborda Barceló, conocido de letras y andanzas literarias —esa primera conexión personal escuchando a Iris Murdoch—, siempre agradables, ¿verdad, amigo mío?
No es por adulación, y tú lo sabes, querido Juan, pero siempre he pensado que tras tu pluma hay cierta melancolía hacia la buena narración. Conocí tu lado cinéfilo paseando por aquellas calles de París, bajo esos neones, y ya me (nos) sorprendió gratamente. Cierto que la historia va de tu mano, pero has entrado de lleno en la fiesta del cine, la de verdad, más allá de estatuillas doradas y de Delacroix —está en boga— patentes.
Has sido tú quien, como me (nos) tienes acostumbrado(s), me has abierto la puerta a conocer aspectos deliciosos del arte, ya sea en palabra o en imagen, silente como llamas. Y te explicaré por qué, es necesario y justo, pues no soy un buen amante del séptimo arte, pero sí de la buena interpretación, de la buena letra y mejor palabra.
Las luces apagadas vuelven a brillar
Un ensayo como Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta no es más que una reflexión sobre ese desconocimiento de origen, de desvelo de lo que creemos actual, de una lucha desconocida. Es verdad que cuando lees un fragmento te conviertes en lo que yo llamo «un pensante», un lector que necesita creer aquello que nos están narrando y que abre su mente a la admiración, a la sorpresiva inquietud de conocer un poco más a fondo el tema. Las luces vuelven a brillar si encuentras párrafos como:
Dejando a un lado esas nada halagüeñas ni meritorias obviedades, debemos remarcar que estamos ante un talento singular para, entre otras cosas, colocar a la mujer en el centro de la creación audiovisual, ironizar sobre peliagudos asuntos sociales o desarrollar la narración cinematográfica.
Juan Laborda Barceló
Sé que no es (fue) decisión tuya, querido amigo, el mezclar tres elementos tan potentes como los que describes en esa frase. Pero entendamos por un momento la situación de principios del XX, el hecho de ser mujer y el nacimiento del cine. Solo por acompañar esta fusión necesita el lector seguir adelante y entrar en esa fiesta, quizá privada, y conocer un mundo que llama a gritos que le salven de ese vacío.
Tienes algo en común con tu querida Alice, y es la narración cinematográfica. Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta es la, no voy a afirmar con certeza para no caer en zalamerías, posible continuación de esa narración cinematográfica. Porque para desarrollar un mensaje, este debe contener un coherente vehículo que traslade esa pasión y ese sentimiento sobre una figura como la que protagoniza el escrito. Llega al destino sin desgaste, sin perder el contenido.
Alice Guy. Esa mujer. Ese poder
Digamos que sorprende la forma de enlazar todo el texto del ensayo. Comenzar con el nacimiento, obviamente, posiblemente sea un paralelismo con Alice que hayas introducido en este breve texto. Ya no solo del nacimiento de su carrera en el cine, sino el nacimiento de un poder, de una fuerza transmitida fotograma a fotograma. De un nacimiento de lucha feminista, igualitaria. Ofreces una ventana entreabierta que, según pasan los días, se abre de par en par. Llegas a A Fool and His Money, o a Nacimiento, vida y muerte de Cristo, incluso a su adaptación de El pozo y el péndulo, y sabes que el destino era abrir al mundo cualquier espacio cerrado.
Hablamos de género, por supuesto, muy bien jugado. De sobra sabes, Juan, que no voy a desmenuzar a Alice —no por falta de ganas—, porque tú me lo impides. En tu narración existe ese abrazo hacia la denuncia elegante, ese descubrir el talento oculto injustamente olvidado, y das fuerza a una voz a través de la palabra. Volvemos al paralelismo con la narración de Guy. Sí, mi querido Juan, hay una dulce invitación a saber que Alice fue más que una pionera. El género, el color, la religión, son elementos de ese todo, y has sabido cómo presentarlos en sociedad. No digo que seas tú el único en ofrecer esa bandeja. Solo afirmo tu capacidad.
Como ya es habitual, Guy ofrece mucho más oficio en las obras de esta etapa que en las previas. Su dominio de la narración se ha ido acrecentando, como también su capacidad para perfilar géneros que luego serán señeros.
Juan Laborda Barceló
Magnífica reflexión. Quizá esté encontrado interpretaciones más allá de las intencionadas, pero igual que me ocurre con toda tu narrativa, una vez termino la lectura abro los ojos, como si esa ventana se terminara de abrir. Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta invita a la reflexión de qué sabemos y qué entendemos por saber. Proyectar en esa pantalla de ordenador los cortos, silentes, por supuesto, que se describen a lo largo del ensayo es como participar en la organización de ese banquete, de ese baile, como el hada; como cortejar a Arlequín. Es ese poder.
La influencia de la literatura en la enorme producción de Guy es perenne. Se abrió con un cuento popular (El hada de las coles) y lo cerró, por ejemplo, con una adaptación de Willkie Collins, ya en la época final de su labor (The Woman of Mistery, 1914). En el camino, y solo de lo que nos ha llegado, hay innegables huellas de esta afinidad con lo literario […] Aquí, una vez más, será el modo de mirar el que produzca la singularidad. Guy sabía que educar la mirada lo era casi todo. Por eso, hay una perspectiva de género o un protagonismo femenino en sus adaptaciones.
Juan Laborda Barceló
La mirada educada
Es por eso, querido Juan, que no solo Guy nos invita a esta fiesta en el centro del vacío. Tú nos educas, por decirlo de alguna manera, la mirada a través de Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta. Una mirada al inicio de un todo, a ese protagonismo que a través de tus palabras fluye en las obras de esta mujer, de esta pionera, de esta luchadora. Una mirada que sabes traer al frente, sin apartarla, con ese lenguaje tan propio y esa envolvente aura de interés pasional por aquello que escribes. Esto no es una oda a tu obra, mi querido amigo. Esto es, simplemente, tu obra.
Destaca la capacidad de la directora francesa para perfilar géneros con una facilidad pasmosa, seguramente traducida en infinitas horas de talentoso esfuerzo. Ya decía Jardiel Poncela que para que un texto se beba como el agua debe ser trabajado como el hierro. Bien, pues esta máxima también puede aplicarse a la creación cinematográfica.
Juan Laborda Barceló
Citas a Jardiel Poncela. Tú mismo lo relacionas a la obra de Guy. Igual también puede aplicarse a Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta.
Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta, de Juan Laborda Barceló. Publica Huso Editorial