Leo en internet que «redescubrir Ellos es, en parte, ese final feliz a un triste final». Yo no me atrevería a decir «triste». Quizá que Kay Dick vuelva a estar de actualidad en este mundo literario tan exhausto sea un soplo de aire a la conciencia de muchos lectores. Ya no ideologizar la lectura, sino abrir la mente para ser uno mismo quien interprete una sociedad distópica tan actual como la que nos presenta esta autora. Se lanzó en el 77, se olvidó pronto —habría que pensar por qué— y ahora, y daré las gracias eternamente, volvemos a disfrutarla.
Nos centramos en el sur de Inglaterra. Llama la atención la belleza con la que se nos presentan estos nueve relatos —que unos bárbaros sin gobierno ni reglas sean quienes mueven los hilos y atemoricen la cultura, los sentimientos y el tener humanidad no destila hermosura, aunque sí realidad—. En esas costas plagadas de acantilados calizos seremos nosotros quienes sufran de esa mutilación, siendo perseguidos por seres humanos —sin humanidad— por el simple hecho de leer, oír música, amar o ser feliz.
—¿Y se la llevarán a…? —dije dudando.
—A una de las torres, sí —contestó Tim—. A las torres de la tristeza para los que rehúsan renegar. El amor es antisocial, inadmisible, contagioso… —Tim sonreía con una mueca—. Supone comunicación. La tristeza por el amor perdido es la peor ofensa, enjuiciable. Sugiere que el amor tiene valor, que conlleva comprensión, generosidad, felicidad. Tessa es un caso extremo. Se pavoneaba de una pena con orgullo.
La individualidad y la intelectualidad
Imaginemos por un momento un mundo en el que ser intelectual, o simplemente gustar de cualquier manifestación cultural, sea motivo de persecución, agresión y detención. Posiblemente no sea tan extraordinario, no esté tan lejos de la realidad como creemos. Ellos son los que juzgan simplemente por el mero hecho de no ser como ellos. Un atisbo de felicidad es sinónimo de hereje. Kay Dick refleja un mundo en el que el individuo debe dejar de serlo si quiere sobrevivir.
Ahora vamos a unirlo a un lenguaje bello y una narrativa aterradora. A través de nueve historias, la autora va a darnos una lección de autonomía en tendencia literaria al mismo tiempo que hace que la fantasía parezca no más que una novela corta. Una novela corta que despedaza el ser humano en crueldad pasmosa. Desde mantener el brazo en una hoguera simplemente por no querer abandonar tu poesía, porque es parte de tu ser, hasta encerrar a quien no quiere olvidar en torres grises construidas para, exacto, olvidar.
El destino es un juego, y nuestros protagonistas, esos rebeldes con causa, lo saben. El desafío es constante, día a día, son conscientes de ello. Y se mantendrán firmes. Sabiendo que el compañero de rebeldía puede ser quien te impida mantener esa firmeza. «Es mejor dejar de recordar. Como renacer. La amistad hace daño, el amor pudre a las personas» —no es literal, pero os hacéis una idea—. Como nuestro amigo Tom, a quien seguimos y buscamos a través de un juego numérico que nos indica qué camino debemos tomar, en qué cruce, para llegar a encontrar nuestro destino.
Hola —dijo Tom cuando me abrió—. Lo has conseguido. Estaba convencido de que así sería. —Me condujo al jardín, cerró la puerta a nuestra espalda y me tendió la mano—. Te están esperando.
Sobrevivir sin poder vivir. ¿Hay algo más aterrador que eso?
Ellos. Hoy y ahora
Descubrir a Kay Dick en Ellos. Secuencias del desasosiego ha hecho que adore más la literatura. Ya no solo por sentir ese miedo por si me quitan el máximo placer que pueda tener, sino porque me ha demostrado que, de la manera más bella, se puede identificar el miedo en uno mismo. Hoy en día se podrían extrapolar cada una de las líneas y quedaríamos exhaustos, con los ojos abiertos, sintiendo que esta distopía no es más que una ventana que nos muestra el interior de nosotros mismos que no queremos aceptar.
Anónimos que persiguen la libertad individual —dejemos por un momento la intelectualidad o la belleza, o los sentimientos si queréis— pueden convertirse en el hecho más monstruoso de nuestro ahora. Sin orden, sin reglas. Sin capacidad de decisión. En la ficción se llama «distopía»; en nuestra realidad, preguntadle a Dick. La respuesta puede ser Ellos.
Ellos. Secuencias del desasosiego, de Kay Dick. Publica Automática Editorial.